Me paré a pensar, en medio de todo, en el mismo y justo momento donde yo ya no era nada. Caminando desorientada entre las calles llenas de fantasmas y recuerdos caídos. Vi como cada parte mi vida se formaba como en una película sin necesitarme ya, miré al cielo y observé como la naturaleza seguía su curso como cada año, los primeros rayos de sol que se desprendían de el atravesando cada poro de mi piel, me calentaban, creando esa sensación de comodidad que a estas horas de la tarde se atenuaba con una brisa cálida y unas bonitas nubes rosas bordeando el contorno de cada edificio de esta maldita cuidad, no avancé más, me senté y bajé mi mirada hacia las profundidades de todos mis recuerdos, encendí mi cigarro, y comencé mi doloroso viaje, sin darme cuenta de que aún mi corazón de estremecía a cada paso que daba en mi subconciente, y que se había ido endureciendo con el paso de los años.
Nunca llegaré a saber muy bien como llegué hasta aquí, y puede que poco a poco según avance en el tortuoso camino me valla acondicionando y dando cuanta de cual es la solución más acertada para cada situación, y puede que nunca más desentierre esos recuerdos que un día por alguna razón me prometí olvidar.
Hoy lo único que se a ciencia cierta, es que como todo, hay que saber donde poner el punto y aparte, que el vaso ya no que hay que verlo ni medio vacio ni medio lleno, simplemente hay que cambiarle el agua y como soplo de brisa fresca restauré mi interior más fuerte que nunca. Porque como ya todos sabemos, si no creo yo en mi mismo, el mundo nunca creerá en mi.
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